Partir

 

¿A qué suena la partida, cómo huelen las despedidas, a qué sabe la separación?

La partida suena a un diluvio de lágrimas incesantes,

la despedida huele a derrota,

la separación sabe a culpa.

Los hay que al partir huyen y otros que creen que saben lo que buscan.

Hay quienes piensan que volverán mañana y otros temen que tal vez no vuelvan nunca. Nunca es mucho tiempo, algún día seguro  volveré.

Lo que dejan atrás no cabe en una maleta,

pero sí en un eterno suspiro,

no cabe en un cuaderno,

pero sí en una ausente mirada.

Los expulsados sólo marchan y marchan hasta desfallecer, hasta enloquecer. Ellos no dejan nada atrás porque todo lo que queda es miseria, ruinas e incendio.

Lo que les espera no quieren saberlo pero si soñarlo. Los sueños de los expulsados no se cumplen jamás. Condenados a la perpetua temporalidad, a ser siempre abusados y nunca dueños de ni una sola de sus decisiones. Sin lugar, sin nombre, sin palabra.

Los desarraigados deambulan

enredados en su maraña de contradicciones,

desvariando y penando,

condenados a sigilosas miradas de asombro y burla de los otros.

Algunas veces captan esas inspecciones furtivas, pero la mayor parte del tiempo no se dan ni cuenta.  Inmersos en una vorágine de dudas, sonámbulos del dolor, enfermos de remordimientos.

Los que parten se despiden de los padres, de los amantes, de los amigos, de los olores, del idioma: esta última despedida es de las más desconcertantes.

Separarse es vivir  pero duele como si fueras a morir.

 

Madrid, marzo 2019

 

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