PÁJARO EXTRAÑO
(inspirado en el tema «ZA GROFA» de NENAD VASILIC)
Pájaro extraño es éste del exilio. Sea forzoso o no.
Te picotea las entrañas.
Primer picotazo, ma’re: el desconcierto.
Segundo picotazo, ma’re: la soledad.
Tercer picotazo, ma’re: la nostalgia, irreductible.
Cuarto picotazo, ma’re: la melancolía
Perenne, en algún lugar de ti.
Perenne, sí, …lo que viene a ser: pa’ ti, pa’ siempre.
Hay más picotazos, pero aquí no caben.
Lágrimas me trago, agrias de ponzoña,
otras, amargas, se me escapan.
Todo lo que fue ya no es, ni puede ser.
(ningún descubrimiento, se sabe de siempre;
aun así, el sentido nos golpea tarde y desprevenidos.)
Tampoco conozco a nadie que quiera, como yo, que sea lo que ya no es.
Sola: mi mundo poblado de ánimas, destellos, escenarios que ya nadie pisa.
Y no es la juventud
ni nuestro tiempo aquel, ¿o si?
La juventud, tal vez no,
pero el tiempo sí.
El tiempo nos hizo como somos,
aunque nos pusiéramos todos más tarde el disfraz del cosmopolita feliz.
Y no son los años
ni este tiempo de hoy, despiadado, ¿o sí?
Los años se despanzurran de la risa
viendo las rodillas atascadas,
los cuellos encajonados,
los tendones sedientos de corticoides…
bah, una vez más, nada nuevo en la faz de la tierra.
Sin embargo, la misma Música que provoca este estado
lamentable
descompuesto
La Música no la cambiaría por todo el oro del mundo.
Es el puente entre el entonces y el hoy.
Me deja recorrer el camino de vuelta en mi cuerpo,
cada vez que me atrevo.
Me atrevo poco, la verdad.
Aun así, la Música contiene la esencia del dolor
pero también mis raíces en danza,
aún enterradas, esas raíces, aún medio disueltas
Pero ¿sabes? es tan solo un espejismo.
No se disolverán, nadie tema:
hasta la última fibra todo es mi cuerpo, todo es mi tierra.
Y voces.
Mi tierra, en el recuerdo.
PARTIR
¿A qué suena la partida, cómo huelen las despedidas, a qué sabe la separación?
La partida suena a un diluvio de lágrimas incesantes,
la despedida huele a derrota,
la separación sabe a culpa.
Los hay que al partir huyen y otros que creen que saben lo que buscan.
Hay quienes piensan que volverán mañana y otros temen que tal vez no vuelvan nunca. Nunca es mucho tiempo, algún día seguro volveré.
Lo que dejan atrás no cabe en una maleta,
pero sí en un eterno suspiro,
no cabe en un cuaderno,
pero sí en una ausente mirada.
Los expulsados sólo marchan y marchan hasta desfallecer, hasta enloquecer. Ellos no dejan nada atrás porque todo lo que queda es miseria, ruinas y llamas.
Lo que les espera no quieren saberlo pero sí soñarlo.
Los sueños de los expulsados no se cumplen jamás. Condenados a la perpetua temporalidad, a ser siempre abusados y nunca dueños de ni siquiera una sola de sus decisiones.
Sin lugar, sin nombre, sin palabra.
Los desarraigados deambulan
enredados en su maraña de contradicciones,
desvariando y penando,
condenados a sigilosas miradas de asombro y burla de los otros.
Algunas veces captan esas inspecciones furtivas, pero la mayor parte del tiempo no se dan ni cuenta. Inmersos en una vorágine de dudas, sonámbulos del dolor, enfermos de remordimientos.
Los que parten se despiden de los padres, de los amantes, de los amigos, de los olores, del idioma: esta última despedida es de las más desconcertantes.
Separarse es vivir pero duele como si fueras a morir.
¡AMAN!*
En el desierto petrificado
ruinas de vidas pasadas.
Voces y visiones
de deseos extraviados sin remedio.
Aman, aman, aman, ¡aman!
Entre las piedras,
a duras penas se abren paso
raíces y hierbas sin nombre.
Pero el sol, dador de vida,
las mata cada día de nuevo.
Aman, aman, aman, ¡aman!
Un ser humano pisoteado: toda la humanidad ultrajada.
Lejos, la tierra de sus ancestros sin retorno posible.
A medio camino entre el infierno terrestre y el infierno en el mar.
Suspendidas en la nada, miradas vacías, manos vacías.
Pechos deshabitados.
Aman, aman, aman, ¡aman!
Explorando el límite del dolor ajeno,
los carceleros ciegos, los gobernantes…
con la mueca de sonrisa de pega en la cara,
se complacen los unos a los otros.
Aman, aman, aman, ¡aman!
Mientras tanto, toda esa humanidad ultrajada espera abrigo,
una mirada, una palabra de acogida.
Espera…, espera… Y en la espera se apaga.
La tierra de nadie tampoco nos pertenece.
Está pintarrajeada de fronteras y muros.
Aman, aman, aman, ¡aman!
¿Volvemos? ¿Seguimos? Yo lo intentaré, no me queda otra.
¿Conoces a alguien allí? Inténtalo tú primero.
Nosotros,
esperaremos tu llamada en este vasto campo de chozas…
… en el lodo…
donde los niños ya ni sueñan, ni piden, ni hablan.
Donde la intimidad es un lujo desconocido.
Donde nos deshumanizan para olvidarse de nuestra existencia.
Aman, aman, aman, ¡aman!
Otro desierto, éste líquido, embarrado,
en el que la dignidad es ausencia.
Aquí sí que no crece nada.
La vida está congelada.
Somos solo cuerpos vaciados.
Mientras…
los carceleros se lavan las manos y prosiguen, henchidos
en su afán de construir un mundo de mentiras bien trenzadas,
que les mantenga en el poder para siempre.
Aman, aman, aman, ¡aman!
Verdugos con careta de cuidadores.
Guardias con careta de amigos
Funcionarios con careta de guías.
Asesinos con careta de gobernantes.
Aman*, aman, aman, ¡aman!
*clemencia, piedad, ¡ay de mí!
Segovia, noviembre 2019
CANTO TODAVÍA
Canto todavía como si no me hubiera ido. Como si no hubiera acontecido.
Canto todavía como si mi canción pudiera reescribir las huellas. Restañar
lo hecho.
Como aquel poeta que caminaba todavía como si fuera al encuentro de algo.
O como aquel otro que ofrecía la canción para deshacer la tempestad.
La canción prende sola. Arrebata y se adueña del ser interior.
No pide permiso. No se la puede ahogar.
El aliento flaquea, las miradas se apartan, pero la canción se cuela.
Trémula, taciturna, tímida primero. Desmelenada, desbocada, descarada
después.
Es la que queda, irreductible.
Es lo que me queda para que no deje de pensar en volver, aunque sólo sea
una vez más.
Segovia, marzo 2018
publicado el libro «EN ESTE LUGAR» de Sebas Velasco. ISBN 978-84-09-002205-2